Hay una danza escondida en cada cuerpo,
como hay una melodía dormida en cada instrumento.
Y hay una palabra al filo de cada boca
y un bostezo que no hace justicia
a la cascada de imágenes que quitan el sueño.
Y hay pasos que se dan porque sí,
sin pretender el destino,
sin ambicionar cimas
ni necesidad de clavar banderas en las alturas,
por muy altas que estas sean,
por mucho que haya costado conquistarlas.
Y hay cierta poesía en el asfalto,
esas tardes de calor insoportable,
cuando se desprende de él cierto vaho,
cierto filtro,
cierta ilusión que confiere al paisaje un aire de película.
Y hay canciones que no llevan al baile,
sino a la quietud,
que le dan al ‘pause’ a este mundo desenfrenado,
que gira por inercia,
que no se para a mirar,
a escuchar o, al menos, a intentarlo.
Y hay suelos movedizos,
imposible pisar en firme,
¿pero quién quiere firmeza cuando se es agua?
Y como agua buscar las grietas,
colarse dentro (muy dentro),
correr,
detenerse a respirar en los charcos
y brincar tras el barranco.
Dejarse llevar y fluir,
brava, serena.
Ser, sin más,
y que eso sea todo lo que importa.
Perdomeja 