– ¿Bailamos?
– ¿Aquí?, ¿ahora?
– ¿Por qué no?
– No sé, es de noche…
– Mejor.
– ¿Mejor?
– Menos ruido y una luz inigualable. Además, mira a la luna, es la mejor bola de discoteca.
– ¿Y la música?
– ¿No la oyes?
– No…
– ¿Cómo puede ser eso? Está sonando Ferreiro, no para de sonar: “Tengo mi tristeza siempre ahí, escondida, poniéndose guapa”.
– Es verdad…
– ¿Entonces?
– Bailamos, sin lugar a dudas.
Le dijo una idea a otra.